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Wanderlust

Estudiante de Diseño Gráfico amante de los viajes, el café y mi gato. También me encanta estar en movimiento y soy fan del chocolate. Nací en Buenos Aires pero mi objetivo es ser una ciudadana del mundo, permitiéndome aprender de diferentes culturas. Seguí mi aventura en Instagram @sofipontiggia
Wanderlust

¿A quién no le pasó de estar hablando con alguien – entre amigos, facultad o en alguna otra situación – sobre haber vuelto de algún viaje reciente? Y, ¿a alguno le pasó de sentir que la otra persona no comprende del todo la situación por la que estás pasando? Hablo de ese momento en el que estás de vuelta en tu rutina y no podés creer el haber vuelto, el no estar donde estabas hace unos días. Pero no es la sensación del haber vuelto de unas vacaciones, es más que eso.

¿Sí? Puede entonces que tu wanderlust sea como el mío: fuerte, latente; siento cada viaje con mucho más espíritu que otras personas. Me sumerjo en la cultura, me vuelvo una con el lugar, la gente, el idioma, casi tanto que llego a olvidar de dónde vengo. Con cada viaje compruebo mi teoría de que no nací para vivir en un solo lugar, que no puedo, que el no viajar me mata. Muchas veces no sé como explicarlo, creyendo que la gente va a pensar que estoy loca, y otras veces lo intento, pero aún así me siento comprendida por pocos.

“No sé que onda esa obsesión tuya por sentirte local del lugar donde viajás.”, “Bueno, pero son vacaciones, siempre da fiaca volver a la rutina.”. Pero no, no lo son. No son sólo vacaciones, no para mí. Es más que eso: es un respiro para el alma, es una forma de abrir la cabeza y de crecer desde adentro por medio de nuevas experiencias. Algo loco para muchos, pero los que son como yo van a saber bien de lo que hablo.

Es ese nerviosismo pleno cuando salís por las puertas del aeropuerto y respirás por primera vez el aire del lugar; dejás que te inunde los pulmones, y el alma. Y de la misma forma, sentís como tu corazón se desgarra a medida que despachás tus valijas para volver a “casa”; porque eso que sentís, ese dolor, es realmente un pedazo tuyo que se desprende de vos mismo para quedarse atrás, atado a todas esas vivencias de las últimas semanas, meses, o años. Y te querés llevar la mano al pecho, rogando que el dolor pare, pero aguantando las lágrimas porque sabés que es un dolor necesario, porque ese dolor te hace crecer, expandirte por el mundo. Por lo menos así, vas a tener certeza de que donde haya un pedacito tuyo, estarás destinado a volver.

Pienso en cómo me dolían los pies después de una tarde de puro Shopping en Miami, y de lo cómo se sentía la sal del aire cuando el viento de la playa me golpeaba. En esos roadtrips en Brasil, cantando en el auto con mis amigos hasta quedarme sin voz; o en la vez que fui en pijama a medianoche hasta la estación de tren en Cambridge, sólo para estar ahí cuando llegara un amigo que había tenido un mal día. De esta forma, y mil más, cada parte de mí que anda por el mundo está haciendo lo que yo alguna vez hice, esperando ansiosa mi regreso. Y no, no espera en vano, porque aquellos como yo no pertenecemos a un solo lugar: pertenecemos al mundo. Siempre.

Y vos, sí vos, si algo de esto te movió por lo menos un poco, también sos de los míos. Y como tu corazón es grande, y tenés la mente más que abierta, te aseguro que siempre te va a quedar un poco de tu “Yo” para seguir esparciendo por el mundo. Así que viajá, no te quedes con las ganas sólo por miedo. Salí de tu zona de confort, porque es la única forma de crecer realmente.

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