New York, State of mind
Siempre consideré exagerado, y con cierta envidia, la expresión “me cambió la vida”.
¿Cómo un solo hecho podía tener la fuerza suficiente para cambiar el rumbo de algo tan
amplio? Imposible, un exceso del vocabulario para cumplir con exigencias románticas.
Sin embargo, mucho tiempo después, ahí estaba yo, lagrimeando en el asiento del avión con destino a Buenos Aires. Lo que había vivido cobraba calidad de sueño. Gracias que hice un diario de viaje. Esa es mi recomendación, escriban todo, absolutamente todo. Un cuaderno que atesoro y que le agrega realidad a todo lo que viví.
La ciudad es mágica. Me ocurrieron las cosas más alucinantes. Fuí feliz con todas las letras y fui capaz de reconocerlo en aquel momento. Me sentí plena, rodeada de gente a la que hasta el día de hoy amo con todo mi corazón.
Me sentí lejos de casa, exactamente lo que buscaba.
Volví con una percepción distinta y un pensamiento más “global” (aunque suene pretencioso), pero por sobre todo, me conocí más a mí misma. No puedo asegurarles la misma experiencia, nadie puede, pero sí puedo afirmar con toda seguridad que nadie se arrepiente de este intercambio. Las despedidas son puro llanto y los cursos de extensión usuales.
Mis dos meses en Nueva York aún me inspiran un año después.
En fin, las palabras se sienten cortas e insulsas. Vivanlo por ustedes mismos.