New York, again
¿Porqué volví a NY con EF?
Porque lo amé, amé la ciudad, amé Tarrytown, a la gente, al campus, amé cada segundo ahí.
Viaje por primera vez a mis 16 años, estaba cursando 5to año de secundaria y con una amiga nos moríamos por vivir una experiencia así. Y hoy en día tengo que agradecerle a ella, que fue la que me dio el empujoncito para decir sí, y dejar de dar vueltas.
El sábado 9 de septiembre nos estábamos yendo, y el domingo estábamos viajando en transfer e EF hacia el campus, con una chica de Rusia, quién terminó siendo mi roomate y mi persona favorita de mi estadía en EF. Yuulia era una chica de nuestra edad, pero su ingles era muy básico, y sin embargo ambas hacíamos hasta lo imposible para entendernos. Desde señas hasta intentos fallidos que terminaban en risas y en el traductor de google como solución. Lo importante era que no nos vencíamos. Al fin y al cabo estabamos ahí para eso ¿no? Aprender. Con el pasar de los días Yuulia se fue soltando cada vez más, así como yo lo sentí de mi misma, cuando me comparaba con chicos que estaban niveles superiores a mí. El diálogo fluía cada vez más, así como la confianza entre nosotros.
Yuulia se había hecho un grupo con todos chicos que ya estaban en el campus, a los cuales conoció a través de MYEF, una aplicación virtual con un chat para todos los estudiantes. Así fue que conocimos a Estefanía, de argentina, a Ayrton y Abdel, de francia, a Matia de Italia, Frank y Melissa de Holanda, y así a muchos más chicos de todas partes del mundo. Armamos un grupito hermoso, y se nos dio lo que buscábamos: esa interacción cultural para conocer al otro.
Con ese pensamiento fue que con Cande, mi amiga, decidimos tener habitaciones separadas, así que mientras yo pasaba mis noches con mis roomates, ella las pasaba con tres chicas de europa, con las que tuvo oportunidad de conocerlas.
Esas dos semanas fueron perfectas. Desde arrancar el día desayunando en el comedor del Rita, con toda la variedad de cosas que ofrecían, hasta ir cada uno a sus respectivas clases: mientras uno desayunaba casi atragantándose porque su clase empezaba 8am, otro estaba con 5 platos de distintas cosas porque ese día cursaba a la tarde, y podía aprovechar la mañana.
El almuerzo era optativo, nosotras preferíamos aprovechar a full la estadía ahí, así que ni bien salíamos de cursar, dejábamos los cuadernos y nos íbamos corriendo a tomar el tren hacia la gran central, de donde nos movíamos para donde queríamos: andar en bici por el Central Park, caminar el Brooklyn bridge, pasear por las callecitas de Dumbo, comer una pizza en Little Italy y recorrer soho, la estatua de la libertad y wall street, subir al Empire State o al Rocker Feller, pasar un día en la playa de Cony Island y así podría escribir mil renglones más.
Las cenas en el campus eran de 5.30 a 7.30pm, así que lamentablemente nos las perdíamos, pero en Manhattan nos quedábamos hasta las 11 – 12pm, hasta que nuestras piernas nos decían basta, y volvíamos a la gran central, en donde nos esperaba un viaje de 40 minutos en el que nos mostrábamos las veinte mil fotos que nos sacamos, o los regalos y ropa que compramos, así como recordábamos cosas del día, y planeábamos los próximos. Al llegar a la estación de Tarrytown, los días de más cansancio optábamos por tomar el transfer de EF, porque caminar esas cuadritas en subida 12pm no era una opción.
Sin embargo, los días que cursábamos a la tarde, recorrer Tarrytown era la mejor opción, subir y bajar por las callecitas, ir hasta el centrito a tomar un ice yogurt, o a caminar bordeando el río, en donde muchas veces nos encontrábamos estudiantes de EF con quienes nos quedábamos horas charlando allí.
Y volver para las 7pm así disfrutábamos de la cena, en donde podías encontrar desde pizzas, carnes y pastas, que variaban diariamente, así como un salad bar que estaba permanente todos los medio días y cenas.
Personalmente me encantó la época en la que fui, porque soy fan de pasar tiempo al aire libre. Quedarse acostada en el pastito entre clases no tiene precio, recorrer la ciudad a pie, de las 24 horas del día 20 las pasábamos caminando, conociendo, recorriendo.
Amé, lo disfruté tanto tanto, que a los dos años estaba ahí nuevamente para vivir otra nueva experiencia. Pero esa ya es otra historia, otra edad, con otra amiga, nuevas personas, nuevas aventuras.