Auckland y la maravillosa experiencia del War Museum.
Cualquiera que visite Auckland no puede dejar de ir al War Museum, ubicado en un predio enorme y verde, en un edificio neoclásico precioso. Impresionante como edificio y también por el contenido, 4 millones de objetos guarda dentro. La experiencia resulta dinámica y muy instructiva, ya que recorre temas diversos, desde la historia, las guerras y además un infinito mundo natural y medioambiental
En primer lugar porque todo el Museo está impregnado de las dos culturas, inglesa y maorí, van juntas y al parecer en armonía.
Desde ya, hay exhibiciones de la tradición maorí dos veces por día, por supuesto incluye el famoso Haka Haka y canciones y danzas maoríes. Ellos caminan vestidos con sus trajes originales entre el publico con unos andares tan orgullosos como soberanos.
En el Memorial, que es el monumento en memoria de los caídos en las dos guerras, se recuerdan tanto a los británicos como a los maoríes, y el agradecimiento y homenaje es para ambos.
Siempre me surge la pregunta de qué sangre corre por las venas del país que visito, y cual es el grado de fluidez o de unión entre las distintas corrientes. Y aquí en Nueva Zelanda las dos culturas fluyen juntas.
En las escuelas se estudia en inglés y en maorí. Los carteles y señalizaciones están en las dos lenguas y te pueden hablar en una o en la otra. Y, al menos, en lo que puede ver un turista, todo fluye como el agua, suave y ondulado.
Este lugar es el Memorial, para honrar a los caídos. Mantiene actualizada la información, pero con el tiempo y la investigación de pequeños objetos o de cartas que los soldados escribían a sus familiares, esta memoria colectiva se expande. En medio de la muerte, estamos en la vida es la tercera entrega de una serie de publicaciones que exploran las colecciones del Museo.
En este libro, la curadora asociada de Historia de la Guerra, Gail Romano, y sus coautores conectan las experiencias de los soldados neozelandeses en Gallípoli con la riqueza de sus vidas más allá de la península.
Basándose en perspectivas de la arqueología, la botánica y la entomología, la humanidad de los soldados se ilumina frente a la sombra de la muerte y la terrible realidad que dominaban sus días.
En las dos grandes guerras los neozelandeses estuvieron presentes, ingleses y maoríes lucharon juntos por defender en tal caso los valores de occidente. Y Gallipoli, en Turquía, reside el descanso eterno de muchos de ellos. La Memoria les hace justicia.
Al visitar el Museo para ver la diversidad de la vida animal, nos encontramos rodeados de cadáveres: esqueletos, taxidermias y animales conservados en alcohol. Es raro encontrar un espécimen vivo en el Museo, aunque, entre los años 1930 y principios de los años 1940, Tāmaki Paenga Hira tenía tres de sus propios tuátaras vivos. Sin embargo, estos tuátaras no estaban en exhibición en el Museo, sino que estaban bajo observación en el techo del Museo por el Sr. ABW Powell, un conquiólogo del Museo. Con poca información sobre estos esquivos tuátaras en los registros del Museo y a menudo información contradictoria en recortes de periódicos anteriores, estos tuátaras quedan envueltos en misterio.
A partir de la información disponible en nuestros registros y en recortes de periódicos anteriores, se pudo deducir que había tres tuátaras viviendo en el techo del Museo, y que una hembra había puesto de 4 a 5 huevos en 1942, que nunca llegaron a eclosionar. Los nombres de dos de los tuátaras eran "Mussolini", que fue presentado durante una conferencia dada por el Sr. RA Falla en el Museo de Auckland en 1930, y "Percy", que en 1935 había estado bajo observación durante 13 años.
“Tras describir la vida y los hábitos de esta interesante criatura, el señor Falla presentó al público un tuátara cautivo de aspecto más bien taciturno, que llevaba con orgullo el nombre de 'Mussolini'.
Este ejemplar, que no había sido alimentado desde abril, había sido despertado de su sueño invernal una semana antes para prepararlo para una conferencia y mostraba una considerable actividad. Ante cualquier ruido extraño levantaba la cabeza y, si su curiosidad no quedaba satisfecha, ejecutaba una serie de rápidos giros que el conferenciante atribuyó a la excitación resultante de su extraño entorno. Fue una actuación inspiradora (dice el Herald)”.
Así era el tuatara que habitaba en los techos del Museo!!!!
1. El nombre “tuatara” significa “picos en la espalda” en lengua maorí. Los maoríes son el pueblo indígena polinesio de Nueva Zelanda.
2. Los tuataras son animales que han sobrevivido desde el periodo Triásico, hace unos 240 millones de años.
3. Son los únicos miembros supervivientes del orden Rhynchocephalia.
4. Los tuataras tienen un tercer ojo conocido como “ojo parietal” en la parte superior de la cabeza.
5. La vida de un tuatara es de más de 60 años. Incluso hasta 100 años.
En Te Whiwhinga se encuentra un pequeño trozo de roca con un increíble whakapapa. Es uno de los objetos más asombrosos y discretos que se exhiben: un meteorito de pallasita.
Sin duda, es uno de los objetos más antiguos que se exhiben, con un origen tan remoto en el tiempo que nos resulta difícil descifrarlo. Los meteoritos de pallasita son un tipo raro de meteorito que se cree que se formó en el cinturón de asteroides, ubicado entre Marte y Júpiter, cuando nuestro sistema solar estaba recién formándose.
¡Eso significa que tendría más de 4.500 millones de años! Es alucinante imaginar su viaje a través del espacio y el tiempo para terminar aquí en nuestro planeta. La próxima vez que visite el museo, intente ver el espécimen extraterrestre que se exhibe en Te Whiwhinga The Imaginarium.
¡Hablemos de sexo(s), cariño!
En el caso de las plantas, los hongos y los líquenes, la expresión sexual presenta una variedad amplia y a veces sorprendente en comparación con las del reino animal. Dan Blanchon, curador de botánica, y Rob Vennell, autor de libros superventas y curador de proyectos del equipo de Ciencias Naturales, analizan algunas de las peculiaridades de la reproducción en botánica, micología y liquenología...
Ciencia, investigación, memoria y cultura en un solo lugar, haría falta un año para ver a fondo todo lo que tiene, pero aunque sea por un día entero, vagar por sus salas te divierte y completa un poco la imagen de un país tan diverso.
La memoria de un país es también la memoria fragmentada de las personas que lo habitan. Me llamó la atención la cantidad de neozelandeses que llevan a sus hijos al Museo, y entre interacciones y diversión pasan el fin de semana entre la historia, los juegos, y la concientización del cuidado del planeta y sus habitantes.
Y como si esto fuera poco, la cafetería te provee de un almuerzo exquisito para que hagas un alto en el camino.